Esto es lo que dice la ciencia
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¿Por qué hablamos de religión cuando hablamos de salud mental?
Quizá alguna vez has escuchado frases como “la fe me dio fuerzas”, “encontré paz cuando regresé a mi comunidad religiosa” o “mi espiritualidad me ayudó a salir adelante”. Incluso puede que tú misma/o lo hayas sentido en momentos difíciles.
En un mundo donde cada vez se habla más de bienestar, es normal preguntarse: ¿la religión realmente protege la salud mental o es solo un mito? Y más aún, ¿cómo encaja todo esto dentro de la psicoterapia moderna?
Para entenderlo, vale la pena hacer un recorrido breve por la historia de la psicología y su relación con la religión.
Un poco de historia
En sus inicios, la psicología no estaba tan lejos de la religión. Ambas buscaban comprender aquello que no vemos: el alma, el espíritu, el sentido de la existencia. Pero a medida que la psicología buscó consolidarse como ciencia, comenzó a enfocarse exclusivamente en lo observable y medible.
Durante décadas, lo religioso quedó fuera de las discusiones sobre la mente y la salud. Sin embargo, esto ha cambiado significativamente. En los últimos 40 años se ha retomado este interés por razones como (Rosales y Schinelli, 2011):
- La gran cantidad de personas en el mundo que se identifican como religiosas.
- La necesidad de ofrecer servicios psicológicos culturalmente sensibles.
- El aumento de estudios que muestran los beneficios de la espiritualidad en situaciones de estrés, enfermedad o crisis personal.
En pocas palabras: la psicología volvió a mirar hacia la dimensión espiritual, no para reemplazar la ciencia, sino para entender mejor la experiencia humana.
Espiritualidad y religiosidad: ¿son lo mismo?
Aunque a veces se usan como sinónimos, no son idénticos.
Espiritualidad
Tiene que ver con la búsqueda personal de lo sagrado. Puede incluir prácticas, creencias o sentimientos que no necesariamente pertenecen a una religión organizada.
Por ejemplo: una persona que medita para conectar consigo misma, reflexiona sobre el sentido de la vida o siente admiración profunda por la naturaleza.
Religiosidad
Es la expresión espiritual dentro de una estructura organizada: normas, rituales, creencias y tradiciones compartidas por una comunidad.
Por ejemplo: asistir a misa, practicar el Ramadán, participar en ceremonias o rezar siguiendo una tradición específica.
El papel de la religión en el diagnóstico clínico
Rosales y Schinelli (2011) señalan que cuando profesionales de la salud mental comprenden las creencias religiosas de sus pacientes, pueden evitar errores importantes, como confundir experiencias espirituales con síntomas psicopatológicos.
Por ejemplo:
- Para algunas personas, “sentir la presencia de un ser divino” es parte normal de su fe, no un delirio.
- Realizar rituales, rezos o prácticas grupales puede ser una forma culturalmente aceptada de afrontar el sufrimiento.
Comprender esto permite una evaluación más justa, respetuosa y contextualizada.
¿Qué dice la investigación?
Los estudios recientes han mostrado resultados que vale la pena considerar:
- La espiritualidad se ha asociado con menor ansiedad, menor depresión, menor abuso de sustancias e incluso menores niveles de ideación suicida.
- La religiosidad se relaciona con estilos de vida más saludables y con formas más efectivas de afrontar situaciones difíciles.
Por ejemplo: las personas que acuden a grupos religiosos o espirituales suelen contar con apoyo social, un sentido de pertenencia y una estructura de hábitos (como horarios, rituales o reglas) que puede favorecer su bienestar emocional.
Religión en la intervención terapéutica
Algunos estudios han encontrado que las terapias que integran elementos espirituales o religiosos (cuando el paciente así lo desea) pueden ser más efectivas que aquellas que ignoran esta dimensión (Rosales y Schinelli, 2011).
Esto incluye:
- Explorar el sentido de vida desde la fe del paciente.
- Utilizar metáforas, valores o textos sagrados que la persona ya considera significativos.
- Incorporar prácticas como oración, meditación u otras actividades religiosas si forman parte de su vida cotidiana.
No se trata de evangelizar, sino de usar los recursos culturales y espirituales que ya fortalecen a la persona.
Este tipo de intervención no es para todas las personas
La espiritualidad puede ser una fortaleza, pero no para todo el mundo.
Hay quienes han vivido experiencias negativas, traumáticas o coercitivas dentro de contextos religiosos. Otras personas simplemente no se identifican con ninguna religión o prefieren enfoques seculares.
Por eso es importante que terapeutas:
- Sean respetuosos.
- No impongan creencias.
- Trabajen desde los valores y preferencias del paciente.
- Integren la espiritualidad sólo cuando ésta sea fuente de bienestar.
Entonces… ¿verdad o mito?
Las investigaciones apuntan a que la religiosidad sí puede funcionar como un factor protector de la salud mental, especialmente cuando:
- La persona se identifica con su comunidad religiosa.
- La relación con su fe es positiva.
- La espiritualidad le brinda sentido, apoyo y recursos de afrontamiento.
Sin embargo, esto no significa que sea universal ni obligatorio.
Integrar lo que ya da sentido
La salud mental no es un proceso aislado: incluye historia, cultura, valores y, para muchas personas, también creencias espirituales.
Cuando la psicoterapia reconoce y respeta estos elementos, no sólo se vuelve más humana, sino también más efectiva. No se trata de que las personas deban modificar sus creencias para acceder a ayuda profesional, sino de que los profesionales comprendan la importancia de esas creencias para quien tienen enfrente.
Al final, para muchas personas, la espiritualidad no sólo acompaña su vida… también la sostiene.
Este artículo se hizo con información de:
Rosales, M. G. y Schinelli, F. (2011). Religión y salud mental: diagnóstico, investigaciones y tratamientos. III Congreso Internacional de Investigación y Práctica Profesional en Psicología. XVIII Jornadas de Investigación. Séptimo Encuentro de Investigadores en Psicología del MERCOSUR, Buenos Aires, Argentina. https://www.aacademica.org/000-052/67
*El contenido de este artículo se redacta sólo con fines informativos. No puede servir como diagnóstico. tratamiento o recomendación de un profesional. Consulta con tu especialista ante cualquier duda.
