FLUYE HACIA EL BIENESTAR

Cómo el yoga transforma cuerpo, mente y alma

Tiempo de lectura: 2:30 min.

Quizá ya lo has escuchado antes: el yoga es mucho más que una serie de posturas físicas. Es una práctica integral que te invita a reconectar contigo misma o mismo, a liberar tensiones acumuladas y a crear un espacio interno de calma y equilibrio. Pero, ¿alguna vez te has detenido a pensar cómo esta disciplina milenaria puede impactar tu salud mental y emocional?

Un camino hacia la autorregulación

Cuando practicas yoga, no sólo estiras tus músculos, también entrenas tu mente. Cada respiración consciente, cada postura sostenida con atención plena, actúa como una herramienta de autorregulación emocional. Diversos estudios han demostrado que el yoga puede reducir los niveles de ansiedad, depresión y estrés, al promover una mayor conciencia corporal y emocional (Streeter et al., 2012). Es como si, con cada sesión, limpiaras un poco el ruido mental y te acercaras a tu centro.

Respirar profundo, vivir presente

La respiración es una de las claves más poderosas del yoga. A través del pranayama (técnicas de respiración), aprendes a observar y modificar tu respiración para calmar tu sistema nervioso. Esto tiene un impacto directo en tu estado de ánimo. Se ha observado que el control respiratorio practicado en el yoga activa el sistema nervioso parasimpático, responsable de la sensación de relajación y descanso (Telles et al., 2012). Así, en medio del caos diario, encuentras un refugio en tu propia respiración.

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Más allá del cuerpo: conexión espiritual

Aunque muchas personas se acercan al yoga por motivos físicos, pronto descubren que sus beneficios van más allá del cuerpo. Te brinda una sensación de conexión contigo, con los demás y con algo más grande, llámese energía vital, espiritualidad o simplemente paz interior. Esta dimensión trascendental del yoga favorece lo que algunos expertos llaman “bienestar espiritual”, una sensación de propósito y significado en la vida (Cebolla et al. 2015).

Yoga para todos los días

Incorporar el yoga en tu rutina diaria no requiere una clase de 90 minutos ni una sala silenciosa con velas aromáticas. Puedes empezar con 10 minutos de estiramientos suaves, una respiración consciente al despertar o una breve meditación antes de dormir. La clave está en la constancia y en permitirte vivir cada práctica como una oportunidad de escucharte.

Con el tiempo, notarás que no sólo mejoras tu flexibilidad o postura corporal. Sentirás mayor claridad mental, menos reactividad emocional y una conexión más profunda contigo mismo/a. Porque el yoga, más que una práctica física, es una forma de estar en el mundo: más presente, más compasiva/o, más tú.

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Este artículo se hizo con información de:

Cebolla, A., García Campayo, J., y Demarzo, M. (2015). Mindfulness y ciencia: de la tradición a la modernidad. Alianza Editorial.

Streeter, C. C., Gerbarg, P. L., Saper, R. B., Ciraulo, D. A., y Brown, R. P. (2012). Effects of yoga on the autonomic nervous system, gamma-aminobutyric-acid, and allostasis in epilepsy, depression, and post-traumatic stress disorder. Medical Hypotheses, 78(5), 571–579. https://doi.org/10.1016/j.mehy.2012.01.021

Telles, S., Singh, N., y Balkrishna, A. (2012). Managing mental health disorders resulting from trauma through yoga: A review. Depression Research and Treatment, 1–9. https://doi.org/10.1155/2012/401513

*El contenido de este artículo se redacta sólo con fines informativos. No puede servir como diagnóstico, tratamiento o recomendación de un profesional. Consulta con tu especialista ante cualquier duda.

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